Vicente Faleiros, trabajador social brasileño y 50 años Golpe de Estado: “La conmemoración debe incluir memoria, verdad y justicia”
Autor: PEDRO BERHO F|
Garantizar los derechos humanos a través de políticas sociales que promuevan la igualdad y la inclusión, son los desafíos fundamentales que presentan las sociedades latinoamericanas contemporáneas en la búsqueda de la reparación y la reconstrucción histórica, en un contexto donde prima la globalización y el individualismo, según describe el cientista político Vicente de Paula Faleiros, quien fue exiliado de nuestro país por razones políticas en el año 1974.
Recientemente, el también escritor de 8 libros y más de 50 artículos en las áreas de política social y servicio social, participó de un conversatorio organizado por la Escuela de Trabajo Social UTEM, en conjunto con la Vicerrectoría de Transferencia Tecnológica y Extensión, el que tuvo como objetivo generar un espacio de diálogo y reflexión en torno a las experiencias vividas durante el período de la dictadura en Chile, específicamente las vivencias de los extranjeros exiliados de nuestro país.
El investigador y profesor de ciencias sociales, analiza y destaca la importancia de rememorar los acontecimientos vividos durante el período de dictadura en Chile, y cómo la memoria y la conmemoración ayudan en la reparación social. Además, reflexiona sobre el nuevo enfoque que debe tener la disciplina del trabajo social en un contexto de cambio y desafío permanente.
Considerando que estuvo en Chile en esos años, ¿Considera que el golpe civil-militar en Chile tiene elementos distintivos frente a las otras experiencias de dictaduras latinoamericanas?
– Cuando llegué a Chile en 1970 fue el volver a la democracia, ya que en Brasil existía una fuerte dictadura. En este sentido, venir a Chile fue el momento de vivir la democracia, fue como una resurrección, una alegría de reencontrar la libertad de expresión, de organización, y de manifestación.
Luego, con el golpe en Chile en 1973, fue el retorno a la dictadura, es decir, la misma política arbitraria, donde no hay ley, no hay derecho, no hay expresión y no hay manifestación, y todo es decidido por un grupo de guerra. Y, particularmente, en Chile fue una masacre a la oposición, y fue un proceso mucho más rápido que en otras experiencias latinoamericanas. Además, fue más violento también, porque se detuvo a millares de chilenos y de extranjeros, solo por sospechas, lo que me transformó a mí en un enemigo político.
¿Qué importancia tiene -a su juicio- la memoria y la reconstrucción histórica para una sociedad?
– Nosotros venimos ahora a Chile con un grupo de brasileños exiliados para rememorar el golpe civil-militar de 1973, y es muy importante hacerlo desde tres dimensiones relevantes: la memoria, la verdad y la justicia. Memoria para que no se olviden nunca los hechos ocurridos durante aquella época; verdad, para que se diga lo que realmente pasó y se sepa la realidad de lo acontecido; y justicia, para que haya reparación de los victimados y punición de los torturadores.
En mi caso, fui detenido el 18 de septiembre de 1973, y enviado a un buque en Valparaíso llamado el Levu, donde pasé.cuatro meses bajo la dominación y tortura total. Éramos 900 prisioneros, 300 en cada bodega durmiendo en el piso de acero frío, con los ojos vendados y las manos atadas siendo interrogados día y noche por los militares. En este sentido, creo fuertemente que la memoria es parte de la reparación y reconstrucción de la verdad, y es una forma de hacer algo de justicia ante estos hechos que no deben volver a repetirse.
¿Cree que estas experiencias sociopolíticas de la región han influido en el concepto del trabajo social?
– Cuando estudié en Chile en la escuela de trabajo social de la Universidad Católica de Valparaíso, queríamos romper con el concepto del trabajo social norteamericano y crear un trabajo social latinoamericano con expresión de nuestra red, haciendo un trabajo de organización, movilización, concientización de derechos, principalmente para que la población tuviera acceso a los derechos políticos.
A partir de las experiencias vividas en la dictadura, se hizo más evidente la necesidad de fortalecer los derechos sociales, ya que muchos de ellos se perdieron durante las décadas del gobierno militar. En este sentido, el concepto del trabajador social también ha ido modificándose y adaptándose a las necesidades y circunstancias que acontecen en la sociedad. Por lo que las experiencias latinoamericanas de aquellos años han servido para posicionar al trabajador social como un actor clave en la preservación de los derechos y libertades de las personas, entendiendo que no siempre los gobiernos van a garantizar esos derechos.
¿Hacia dónde cree que debería enfocarse el trabajo social en el siglo XXI?
– Definitivamente, en el sentido de la defensa de los derechos. Es decir, se debería ir hacia la creación de políticas sociales que traigan mejores condiciones de vida para la salud, la educación, la asistencia social y no quedarse solamente en el asistencialismo, en el clientelismo.
Entonces, hay que entender que la sociedad cambió, y hoy la globalización, el individualismo y el neoliberalismo han eliminado muchos derechos, por lo que actualmente es más difícil pensar en las políticas sociales y en la defensa de los derechos. Sin embargo, como trabajadores sociales debemos esforzarnos en que la población tenga los derechos mínimos que existen y pelear por ampliar esos derechos.
En esta Conmemoración de los 50 años del golpe ¿Cómo ve a la sociedad chilena en relación a este hito histórico?
– En Chile se ha privatizado prácticamente todo, incluso la seguridad social, lo que es una tragedia porque hay viejos en la calle en condiciones de exclusión social, hay familias sin hogar y niños sin educación. Sin embargo, un país en democracia ya es un respiro y un alivio para todos.
En relación a la conmemoración de los 50 años del golpe, aún veo que existe una gran división y que el país está polarizado entre los anti y los pro, lo que no ayuda a un trabajo de conciliación. A pesar de ello, observo que hay una creciente población de gente jóven que es más consciente de la situación y que -más allá de que nacieron en democracia- son más conscientes que las personas de 40 o 50 años, lo que hace que el futuro sea prometedor para Chile en términos de cohesión social.